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Es muy habitual, en una noche cualquiera, observar varias estrellas fugaces que atraviesan el cielo, dejando ese rastro tan fascinante como efímero .... Hay que ser extremadamente rápido si queremos que nuestro deseo se cumpla ....
Este fenómeno, que en la antiguedad era atribuido a "las exhalaciones secas y calientes de la tierra que ascienden hasta las capas altas de la atmósfera, donde entran en ignición y originan las estrellas fugaces, los cometas y las auroras boreales”, ha sido científicamente explicado desde mediados del siglo XIX.
Por mucho que pueda llegar a sorprendernos, ese espectacular rastro de luz y fuego que vemos recorrer el cielo ha sido provocado por una “motita” de polvo cósmico, normalmente de tamaño inferior a 1 mm y de solo unos microgramos de masa (como un granito de arena de nuestras playas), que penetra en las capas altas de la atmósfera a velocidades de decenas de kilómetros por segundo, quemándose y volatilizándose en unos pocos segundos.
Partículas mayores, de varios centímetros, dejarán rastros mucho más luminosos, en ocasiones acompañados de estampidos sónicos y explosiones. Excepcionalmente, objetos de este tipo que podamos medir en metros son todo un espectáculo, siendo visibles a pleno día, y potencialmente peligrosos, ya que es posible que no se volatilice por completo en la atmósfera y llegue a la superficie en forma de meteorito (lo hemos visto recientemente en Cheliábinsk (Rusia), en febrero de 2013; en Tunguska (Rusia) a principios del siglo XX; o, hace 65 millones de años, cuando un cuerpo de unos 10 km de tamaño acabó con buena parte de la vida en la tierra).
Pero hay algunos días en el año en que la presencia de estos meteoros (este es el nombre que se da al rastro luminoso que conocemos como “estrella fugaz”) es muy elevada y la mayor parte de ellos parece provenir de un punto concreto del cielo: estamos hablando en este caso de las “lluvias de estrellas”, y están relacionadas con el rastro de polvo que dejan los cometas a su paso.
De todos es sabido que cuando un cometa se acerca al Sol, la radiación provoca que parte del material que lo compone se “volatilice” (por sublimación), y es precisamente este rastro de polvo y gas el que da forma a su característica “cola” (en realidad existe una “segunda cola”, de plasma, pero eso es otra historia). Este material se deposita a lo largo de la órbita del cometa, en lo que se denomina técnicamente “enjambre de meteoros”. Si coincide que la órbita de la Tierra y la del cometa se cruzan (y si lo hacen, lo harán siempre en torno a la misma fecha), la presencia de meteoroides será muy elevada, lo que provocará un buen número de meteoros, y al estar concentrados en una zona relativamente pequeña del cielo, seguirán trayectorias divergentes y nos dará la impresión de que todos surgen del mismo punto.
A lo largo de un año, la Tierra atraviesa muchas de estas zonas, originándose en cada caso una lluvia de estrellas. El nombre de cada una de ellas hace referencia a la constelación donde se encuentra el radiante, o a la estrella más próxima al mismo, en caso de que exista más de un radiante en una constelación concreta.
Aunque la lluvia más popularmente conocida es la de las Perseidas (o Lágrimas de San Lorenzo, relacionadas con el cometa 109P/Swift-Tuttle) no es la más espectacular en cuanto a número de meteoros por hora (THZ). Cuando este número se acerca a 1000 se considera tormenta, y en los últimos años hemos tenido dos de ellas muy interesantes, durante las Leónidas de 1999 y 2001, con THZ por encima de 1500 (aunque muy lejos de las 100000 de 1966 o las 240000 de 1833).
Y para acabar, algunas recomendaciones para su observación:
- Buscar sitios apartados, con poca contaminación lumínica.
- No es necesario instrumentación para observarlas, solo nuestros ojos.
- Tumbona o esterilla para el suelo.
- Algo de abrigo (manta, saco de dormir, etc).
- La observación se puede prolongar varias horas: es aconsejable algo de comida y bebida.
- En principio no hay una dirección privilegiada hacia donde dirigir nuestra atención; los meteoros pueden hacerse visibles en cualquier punto del cielo, independientemente de la posición del radiante. Lo mejor es estar tumbado y cubriendo la mayor parte posible del cielo (hay quien dice que el mayor meteoro de la noche aparecerá en el momento en que parpadees o vayas al coche a por algo de abrigo...)
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